miércoles, abril 12, 2006

el milagro argentino

Así vienen los primeros párrafos del artículo (el resto es Copyright):


Dimensiones de un milagro

En 1986, el Premio Nobel de Economía Franco Modigliani viajó a la Argentina para, decía, interiorizarse sobre “el milagro argentino” y para apreciar “cómo se aplica el Plan Austral, cuyo éxito interesa a todo el mundo”. Doce años más tarde, a mediados de 1998, el Economist publicaba las previsiones de los bancos más importantes del planeta sobre las expectativas de crecimiento de diversos países: Argentina se ubicaba tercera en el ránking, detrás de China y Polonia. A veces se ironiza sobre la tarea de esos meteorólogos sociales que son los economistas diciendo que “han pronosticado ocho de las últimas tres recesiones”. En el caso argentino, los economistas han anunciado en las últimas décadas no menos de cuatro milagros (1979, 1986, 1991, 1997) que al cabo no lo fueron.

Estas líneas persisten en ese error.

Derrochemos de una sola vez la leve paciencia del lector con las cifras. El ingreso por persona superará en 2006 el nivel de 1998, y será un tercio más alto que en el mínimo de 2002. Durante el gobierno de Kirchner han encontrado empleo más de un millón de argentinos que no lo tenían. La tasa de desempleo alcanzará este año un solo dígito, cifra imposible de soñar en 2002 (cuando superó el 20%) y que no conocíamos desde 1993. No es sencillo encontrar un período de cuatro años con mejoras comparables en los índices económicos. En la Argentina no hay antecedentes. La salida de la Depresión norteamericana presenta características comparables. Durante el primer gobierno de Roosevelt (1933-1937) el ingreso per capita norteamericano creció 34%, y el desempleo se redujo de 25% a 11%.

Roosevelt fue elegido presidente tres veces más, y gobernó hasta su muerte en 1945.

El inverosímil hacedor de milagros Néstor Carlos Kirchner

¿Cómo se hace un milagro? En la escuela nos enseñaban como un hito en la evolución humana el tránsito del mito al logos: de la explicación sobrenatural a la científica. En la etapa del mito, fenómenos de difícil explicación natural, como los meteorológicos o los astronómicos, eran atribuidos a la gestión de los dioses o los magos. La ciencia maldita [QUÉ BUEN CHIVO!] de la economía está plagada de dificultades metodológicas, como la imposibilidad de experimentar, las imprecisiones de medición y la presencia de una multitud posiblemente infinita de variables. Transcurridos al menos doscientos años de su nacimiento, los acuerdos entre sus practicantes son parciales y habitualmente temporarios. No soprende que en ese contexto las rachas de buena y mala economía puedan ser atribuidas sin escándalo a las acciones o inclusive a las caracterísitcas personales de nuestros dioses modernos: la “firmeza” de un presidente, la “tranquilidad” de un ministro...

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