miércoles, mayo 31, 2006

sobre la Cuarta Virtud de El Ser

Escribe Hassid Al-Sharaz en El Libro de El Ser, de Las Cosas Terrestres y Celestiales (1090 AD):

De las Cuatro Virtudes Cardinales de El Ser, sólo la Bondad, la Belleza y la Verdad han sido tratadas por los Teólogos Anteriores. Es la virtud de la Oportunidad, sin embargo, la que más cercanamente acaricia [almo-ah-hadína] a los Mortales. Gracias a la Oportunidad, las Manifestaciones de la Bondad, la Belleza y la Verdad de El Ser son accesibles a los ojos humanos.

En el caso de El Ser del que hablábamos el otro día, la virtud de la oportunidad fue decisiva. Coincido con Al-Sharaz en que es la única virtud que podemos realmente apreciar. O si no, fijate:


Cuando llegó Lavagna, el tipo de cambio de casi cuatro le permitía cubrir con las reservas toda la base monetaria más lo que podría considerarse la porción de los depósitos que presionaban directamente sobre el mercado cambiario, en el gráfico estimados como 20% de los depósitos totales (este 20% es arbitrario, y se trata finalmente de una variable endógena que podías manejar con las regulaciones sobre el corralito, pero me parece que era suficiente como para que la economía funcionase habiendo un sistema de pagos sin efectivo relativamente confiable dentro del sistema bancario). Remes ya había hecho el trabajo sucio de la pesificación de los depósitos en dólares, y se había comido el vértigo de la depreciación justo hasta el punto necesario para llegar a esa cobertura.

Si, como dicen todos los teóricos gubernamentales ahora, casi toda la salud de esta economía se debe al tipo de cambio depreciado -cosa que considero en buena medida cierta, en particular en lo que se refiere a los superávits gemelos- entonces cuando llegó Lavagna estaba todo dicho: la devalución ya estaba hecha, y la Virtud de la Oportunidad Lo hizo llegar cuando ya era posible estabilizar ese tipo de cambio ya depreciado.

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